sábado, 23 de julio de 2011

Cortázar, el juego con la realidad






"Pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantádose a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros". 

Julio Cortázar
(Rayuela) 



                                                                                            
Vuelvo a encontrar a Julio en Rayuela, y es como el reencuentro con un viejo amigo con quién compartimos viajes y vivencias.
En la cubierta, bajo las cicatrices del tiempo y las innumerables lecturas,  una foto desgastada del escritor argentino  que nos mira a través del tiempo.

Julio Cortázar o el juego permanente con la realidad,  esa otra realidad que intuimos del otro lado de los días, tras lo cotidiano y de la que se nos quiere "proteger paternalistamente" para que no seamos totalmente libres,  para mantenernos dentro del viejo juego y sus normas.

Universo Cortaziano de múltiples espejos en el que quedamos dulcemente cautivos; obra formada  principalmente por cuentos,  género al  que Cortázar da una nueva dimensión mágica y fuera de la que queda su obra tal vez más conocida:
-Rayuela- 
La "antinovela" como muchos la llamaron;  laberinto en el que perdernos  sin miedo a equivocarnos de dirección y donde  Cortázar demuestra todas las sutiles y hábiles formas suyas de jugar con el idioma; obra en la que el autor reclama la completa  complicidad del lector,  impidiéndole ser un mero observador de lo que se describe en sus páginas para obligarle a tomar  rumbos diferentes,  primero siguiendo un orden lineal y pasando después a otro donde los capítulos rompen esa  linealidad. El final- si lo hay- queda en manos del lector.

Valleduart

viernes, 15 de julio de 2011

Al otro lado








No piense.

No sienta apego, por las
cosas que crea importantes, grandes
o intrascendentes.

No tenga añoranzas del  pasado.
No crea al tiempo.

Respire tranquilamente,
agárrese, y lánzese al abismo de un
sueño color melocotón.

Al despertar; su nueva vida le
espera al cruzar la calle
en el color verde del semáforo
al final de la avenida.

Después, sólo sentirá el
disparo a quemarropa del sol
en algún mar del sur.

¡No tenga miedo! 
Ya nadie lo reconocerá.
Todo se reducirá a empezar 
de nuevo, y vivir.


Valleduart.
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