"Pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantádose a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros".
Julio Cortázar
(Rayuela)
Vuelvo a encontrar a Julio en Rayuela, y es como el reencuentro con un viejo amigo con quién compartimos viajes y vivencias.
En la cubierta, bajo las cicatrices del tiempo y las innumerables lecturas, una foto desgastada del escritor argentino que nos mira a través del tiempo.
Julio Cortázar o el juego permanente con la realidad, esa otra realidad que intuimos del otro lado de los días, tras lo cotidiano y de la que se nos quiere "proteger paternalistamente" para que no seamos totalmente libres, para mantenernos dentro del viejo juego y sus normas.
Universo Cortaziano de múltiples espejos en el que quedamos dulcemente cautivos; obra formada principalmente por cuentos, género al que Cortázar da una nueva dimensión mágica y fuera de la que queda su obra tal vez más conocida:
-Rayuela-
La "antinovela" como muchos la llamaron; laberinto en el que perdernos sin miedo a equivocarnos de dirección y donde Cortázar demuestra todas las sutiles y hábiles formas suyas de jugar con el idioma; obra en la que el autor reclama la completa complicidad del lector, impidiéndole ser un mero observador de lo que se describe en sus páginas para obligarle a tomar rumbos diferentes, primero siguiendo un orden lineal y pasando después a otro donde los capítulos rompen esa linealidad. El final- si lo hay- queda en manos del lector.
Valleduart