Desolación en Sendai tras el tsunami . |
Aquella imagen me golpeó nada más entrar en el café; fuera quedaban la lluvia y el tráfico de un día gris de mediados de marzo, al fondo del local, la pantalla mostraba como una gigantesca ola negra engullía todo a su paso; sólo era el primer acto de un monstruoso drama de proporciones descomunales : devastación y muerte en un país habituado a los terremotos como es Japón.El segundo acto no tardaría en dar comienzo al conocerse la noticia de que cuatro de los seis reactores de una central nuclear, tenían graves problemas de refrigeración como consecuencia de los daños causados, por el tsunami posterior al terremoto de mayor intensidad sufrido jamas en Japón.
Sorprende conocer después de todo esto que un país con tan alto riesgo sísmico tenga instalados alrededor de 53 reactores nucleares en todo su territorio agrupados en un total de 17 centrales. La apuesta por las nucleares es fuerte en un país como Japón sin apenas recursos naturales, sin duda, pero los riesgos a sufrir un accidente como el actual (no siendo este el primero que sufre Japón) también lo son, ya tal vez no causado por un tsunami, pero sí por otras incidencias teniendo en cuenta que muchas de estas instalaciones ya han superado el tiempo de vida útil para el que fueron proyectadas.
El sentido común nos lleva a preguntarnos si realmente compensa el alto riesgo a correr por el empleo de esta tecnología, y las nefastas consecuencias de su uso aún no sufriendo ningún tipo de incidentes, pues no hay que olvidar la gestión de los residuos de estas centrales, que lleva al confinamiento de los mismos en instalaciones de alta seguridad.
Los residuos nucleares, cuyo aspecto es igual al del combustible nuevo. Emiten radiación alfa, beta y gamma, además de generar calor como consecuencia de la desintegración radiactiva. Además contienen diferentes sustancias que desarrollan su radiactividad independientemente, lo que dificulta el tratamiento de los residuos; por ejemplo, aunque el principal elemento sea el uranio (95% de los residuos), son los productos de fisión del combustible (2% de los residuos) los que mantienen mayor actividad durante los primeros 150-200 años. Entre estos residuos se encuentran también el plutonio 240, que tarda aproximadamente 6.600 años en desintegrarse; y el neptunio 237, con una vida media de 2.130.000 años.
Pero sin duda a quienes sí beneficia esta actividad es a los directivos del gran lobby nuclear, quienes copan los medios de comunicación con el trasnochado mensaje de que esta es una tecnología segura y de riesgos controlados; cabria preguntarles si cambiarían sus lujosas residencias en barrios de clase alta, y villas en las afueras, por otras de igual nivel, pero junto a una de esas centrales nucleares, pertenecientes a las empresas cuyos intereses ellos tanto defienden.
Basta de supeditar las vidas humanas a una actividad que sólo va en beneficio de unos pocos y que hipotecan el futuro de una inmensa mayoría.
Invirtamos en energías renovables, en su desarrollo, y vayamos cerrando nucleares. Reformemos esta sociedad de consumismo salvaje, despilfarradora de energía y hagamos políticas de gestión eficiente de la misma. ¿Con que parámetros se mide lo caro o barato? ¿En dólares, euros o vidas humanas?.
Reactor número 4 en Fukushima, tras el accidente |
El sentido común nos lleva a preguntarnos si realmente compensa el alto riesgo a correr por el empleo de esta tecnología, y las nefastas consecuencias de su uso aún no sufriendo ningún tipo de incidentes, pues no hay que olvidar la gestión de los residuos de estas centrales, que lleva al confinamiento de los mismos en instalaciones de alta seguridad.
Los residuos nucleares, cuyo aspecto es igual al del combustible nuevo. Emiten radiación alfa, beta y gamma, además de generar calor como consecuencia de la desintegración radiactiva. Además contienen diferentes sustancias que desarrollan su radiactividad independientemente, lo que dificulta el tratamiento de los residuos; por ejemplo, aunque el principal elemento sea el uranio (95% de los residuos), son los productos de fisión del combustible (2% de los residuos) los que mantienen mayor actividad durante los primeros 150-200 años. Entre estos residuos se encuentran también el plutonio 240, que tarda aproximadamente 6.600 años en desintegrarse; y el neptunio 237, con una vida media de 2.130.000 años.
Pero sin duda a quienes sí beneficia esta actividad es a los directivos del gran lobby nuclear, quienes copan los medios de comunicación con el trasnochado mensaje de que esta es una tecnología segura y de riesgos controlados; cabria preguntarles si cambiarían sus lujosas residencias en barrios de clase alta, y villas en las afueras, por otras de igual nivel, pero junto a una de esas centrales nucleares, pertenecientes a las empresas cuyos intereses ellos tanto defienden.
Basta de supeditar las vidas humanas a una actividad que sólo va en beneficio de unos pocos y que hipotecan el futuro de una inmensa mayoría.
Invirtamos en energías renovables, en su desarrollo, y vayamos cerrando nucleares. Reformemos esta sociedad de consumismo salvaje, despilfarradora de energía y hagamos políticas de gestión eficiente de la misma. ¿Con que parámetros se mide lo caro o barato? ¿En dólares, euros o vidas humanas?.
Entre tanto la historia de la energía nuclear, sera siempre escrita sobre fondo negro.
Valleduart.
Valleduart.
Bravo, Bravo, ¡Aplausos!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. En mi sitio escribí acerca de ello, entre otras tantas cosas.
Concuerdo con que en este caso se juntó la tragedia natural y la que no. Es decir, el ciudadano japonés común está sufriendo las consecuencias de las grandes corporaciones, sintiendo lo que en el pasado los destruyó nuevamente, aunque sea un suspiro de aquella situación. Y para colmo la O.N.U y Francia especialmente tratando la situación de apocalíptica acompañada perfectamente con la manipulación mediática de los medios.
Un gran abrazo.
Hay demasiado en juego, en este tema, por un lado la salud de todos y por otro los interéses del gran lobby de la energía nuclear, con Francia, por supuesto, a la cabeza.
ResponderEliminarUn abrazo Adrián.