Este río atraviesa una de las zonas más inhóspitas de África, donde el sol se convierte en una bola de fuego incandescente y las moscas consiguen picarte a través de unos recios pantalones vaqueros, y donde tan solo unas tribus han conseguido adaptarse a este medio tan duro, creando el rincón con la mayor diversidad tribal de toda África. Estamos en el bajo valle del Omo.
Este valle, fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1980 por la multitud e importancia de yacimientos paleontológicos que se da en esa zona. Allí fue donde se encontraron los restos fosilizados de Hombres de Kibish, los Homo Sapiens más antiguos hasta la fecha.
El río Omo fue durante siglos un lugar de encrucijada de tribus emigradas de todos los rincones de África, pero no comenzó a ser explorado hasta finales del siglo XIX por italianos, franceses y los mismos etíopes, siendo Vittorio Bottego en 1895 el primer occidental en explorar su curso.
Curiosamente, en este lugar que vio nacer a nuestros más viejos antepasados, viven en la actualidad tribus que parecen haberse quedado en la prehistoria. Por supuesto el contacto con la civilización les ha hecho aprender de la modernidad a marchas forzadas, pero siguen manteniendo costumbres y formas de vida ancladas en el pasado.
En el valle del Omo habitan hasta 15 tribus diferentes. Algunas con una población que supera las 70.000 personas y otras en cambio no superan el millar. Todas tienen su dialecto propio, y aunque al principio cuesta diferenciarlas unas de otras, todas tienen sus símbolos distintivos: el peinado, las escarificaciones (pequeños cortes en la piel que se infectan para producir dibujos o adornos), la tintura de la piel con una base de arcilla, las plumas, las pinturas en cara y cuerpo…Entre ellas se encuentran los Mursis, Surma, Hamer y Caro. Podríamos hablar de otras tantas, como los Konso, los Ari, los Dorze… cada una con sus costumbres y rituales propios.
Por supuesto, esta no es precisamente una región paradisiaca del planeta. Esta zona, igual que toda Etiopía, está sumida en la pobreza, además de en conflictos entre tribus. Es habitual ver por estos parajes hombres con kalashnikov, según ellos mismos para proteger sus territorios y sus ganados.
Sin embargo, el futuro de estos pueblos pende de un hilo. Se está construyendo en el río Omo una gigantesca presa hidroeléctrica, denominada Gibe III.
Cuando se termine, destruirá un entorno frágil y los medios de subsistencia de los pueblos indígenas, que están estrechamente vinculados al río y a su crecida anual.
Salini Costruttori, una empresa italiana, comenzó a trabajar en la presa Gibe III a finales de 2006 y ya ha construido un tercio de ésta.
El mayor banco chino, el Industrial and Commercial Bank of China (ICBC), ha accedido a financiar parte de la construcción de la presa.
Tras llevar a cabo estudios de evaluación preliminares, tanto el Banco Europeo de Inversiones (BEI) como el Banco Africano de Desarrollo (AfDB por sus siglas en inglés) anunciaron en 2010 que ya no estaban considerando financiar Gibe III.
En marzo de 2011 el Gobierno etíope retiró su petición de crédito al Gobierno italiano. La petición había despertado serias preocupaciones entre muchas ONG italianas, que instaron al ministro de Exteriores a que no apoyara la polémica presa.
Survival y varias organizaciones regionales e internacionales creen que la presa Gibe III tendrá consecuencias catastróficas para los pueblos indígenas del río Omo, que ya viven en condiciones extremas en esta zona seca y difícil.
Se está instando a los potenciales financiadores a que no respalden este proyecto hasta que se realice un estudio independiente del impacto social y medioambiental, y hasta que los pueblos indígenas hayan sido consultados adecuadamente y hayan dado su consentimiento previo, libre e informado.
Por la diversidad no solo biológica sino también cultural.
Esta supuesta sociedad de desarrollo arrolla todo lo que encuentra a su paso. Se trata de masificar y rentabilizar producto-consumo, la larga historia de esa canción Un saludo.
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