martes, 9 de noviembre de 2010

Ventana a Cracovia




El paisaje corre rápido en la ventanilla del vagón: una sucesión de pequeños bosques, campos cultivados, y diminutas casas a lo lejos, en un fondo de montañas.
Un gesto y su voz me hicieron volver.
  ¿Qué escuchas?, me pregunta ella.
     Música klezmer.
  ¿Música klezmer?.
     Kroke.
Su gesto de estrañeza desaparece al recordar.
  ¡Ah!... esos violines que hechizan, me contesta reclinandose sobre la pequeña plataforma a modo de mesa que nos separa.
Le paso uno de los auriculares; Halima deja su libro, y por unos momentos compartimos el esquivo paisaje y esta música:



Valleduart.

2 comentarios:

  1. Me parece fabulosa tu mirada hacía culturas desconocidas y, a lo sumo, lejanas, definitvamente tienen esa riqueza especial tan notoria.
    Un abrazo.

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  2. Gracias por el comentario.Un saludo también de Halima.
    Valleduart.

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